Ballet Mecánico y la coralidad eléctrica de ‘Primera Secuencia’, su álbum debut
Fernando Pinzás ha pasado más de una década descifrando ritmos oscuros desde el sintetizador. Primero con Varsovia, banda peruana con la que sacudió la escena post punk de su país, y ahora con Ballet Mecánico, su alias en solitario. Primera Secuencia marca su debut formal bajo este nombre, pero a pesar del formato, no es un trabajo que se construya desde la individualidad. Al contrario: suena como un espacio compartido, una plataforma donde otras voces toman el micrófono y lo transforman en un altavoz.
Las ocho canciones del disco (más un remix) están interpretadas por distintas mujeres. Algunas ya habían colaborado con Pinzás en el pasado; otras llegan desde otros márgenes, trayendo sus formas de sentir, de decir, de resistir. La electrónica que arma el tejido rítmico de Primera Secuencia nunca las domina. Las contiene. Las enmarca. Pero las voces, siempre, son las que guían el tono. Hay gritos suaves. Hay frases cortantes. Hay ternura sin disfraz y rabia sin escalas. No se siente como un ejercicio de producción, sino como una conversación viva entre quien programa y quien canta.
Aunque muchas de las estructuras remiten a géneros codificados —italo disco, techno pop, industrial— el resultado no se acomoda a una nostalgia. La influencia ochentera está presente, pero vista desde un ángulo más crudo. Más concreto. Como si las pistas de baile no fueran escaparates, sino trincheras donde se sigue procesando el duelo, la rabia, el cuerpo.
El álbum fue editado en vinilo por Buh Records, sello clave en Lima. No suena como un producto ensamblado: suena a trabajo de campo. A una constelación de voces dispersas que, por fin, coinciden en el mismo beat. Escuchar Primera Secuencia no es entrar a un túnel de referencias: es atender lo que esas voces quieren decir sin levantar la mirada, sin escapar.

No hay una energía dominante, tampoco una estética única. Lo que hay es un conjunto de decisiones hechas con cuidado, que se sostienen porque no intentan explicarlo todo. A veces, lo más honesto es dejar que las máquinas hagan su trabajo mientras otras personas toman el protagonismo. Y en este disco, eso se siente. Se respira.
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